sábado, 30 de enero de 2010

Invictus: Clint Eastwood nunca pierde

Antes de empezar mi crónica he de advertir mi veneración por el autor de esta obra, desde su figura hierática como actor de spaghetti western hasta su nacimiento como autor de culto tras la gran obra maestra Sin perdón y la creación de un estilo propio como narrador de historias, llenas de pausa, elegancia y una sensibilidad en las antípodas de su sucio y violento Harry Callahan . 

Clint Eastwood encara a los 80 años cada rodaje como si fuera el último, sabedor de que su vida no puede durar mucho más y que debe mostrar al mundo toda su filosofía y conocimientos, y un legado de puro cine para las generaciones venideras. Invictus no será una de esas obras maestras que recordaremos con el paso de los años pero será una muestra más de la sabiduría de un autor ya clásico en la Historia del cine.

El reto planteado no era otro que explicar la hazaña de un hombre, Nelson Mandela (gran caracaterización de Morgan Freeman) que, ayudado por una selección de Rugby, logra que un país destruido por el racismo se una por una causa común: la Copa del Mundo de Sudáfrica de 1995



Basada en la novela de John Carlin "El factor humano", narra la historia de la victoria de la selección de los Springbocks, pero sobre todo de la victoria de Nelson Mandela y del inicio de la reconciliación de un pueblo, separado por el Appartheid y unido por una figura, el citado Mandela, y por un deporte, el Rugby.

El film, bienintecionado, peca de generoso ya que nos narra esta historia real en versión de cuento infantil, tratándola siempre desde el lado más positivo. Así, simplifica demasiado el cambio de estatus de ambas etnias, no nos expresa con claridad las tensiones interraciales y margina esas situaciones a simples anécdotas narrativas, ejemplificadas en los guardaespaldas del Presidente, en el intento de cambio de nombre de la Selección, o en las primeras reticencias de los jugadores. Sin embargo, todo eso se convierte rápidamente en generosidad por parte de unos y de otros, como puede verse en el viaje de la Selección a los suburbios o en la rendición incondicional del capitán Piennar a su Presidente sin mostrar sus posibles conflictos internos.

Quizás no sea la mejor versión de Clint Eastwood como director ni como realizador, y quizás no haya sabido mostrar, como en otras ocasiones, las contradicciones propias del ser humano ni sus sombras, ni la realidad auténtica de la Sudáfrica de entonces. Sin embargo, Clint nunca pierde y pese a todo consigue emocionarnos en ciertos momentos de la proyección, son precisamente los defectos vistos en la película también sus virtudes. La inocencia (inhabitual por otro lado) con la que el autor plantea esta historia hace de la misma un ejercicio de humanismo exacerbado digno del mejor Capra que hace que por momentos creamos en un mundo mejor, en qué bello es vivir...

Desgraciadamente el año pasado Clint Eastwood cerró su carrera como actor con la inolvidable Grand Torino, un resumen y epílogo de toda su trayectoria y de todos sus personajes. Espero y deseo que su epílogo como director tarde mucho en llegar y nos regale momentos de cine mayúsculo como ha hecho hasta hoy.

3 comentarios:

  1. Acabo de venir de verla y me ha encantado. Clint nunca decepciona, y Morgan tampoco. ;P (Laura)

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  2. En mi opinión no es la mejor película de Clint pero decir eso es mucho!! Un beso guapa!!

    Sergio

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