martes, 1 de junio de 2010

Él es Espartaco

El próximo jueves Canal + estrenará una nueva serie. Su título: Espartaco. Sangre y Arena. Su protagonista será el actor galés Andy Whitfield. Sin embargo todos aquellos que le contemplemos por primera vez no podremos evitar recordar al hombre del hoyuelo en la barbila, de sonrisa irónica, mirada penetrante y rasgos duros y curtidos.

Kirk Douglas, nacido como Issur Danielovitz Demsky en el seno de una familia humilde de emigrantes rusos, fue forjando su carácter desde su infancia teniendo que trabajar desde muy joven para poder pagarse sus estudios. Fue ese origen el que engendró ese carácter apabullante y lleno de fuerza.

Identificado siempre por su gran personalidad destacó durante toda su carrera por papeles de fuerte temperamento y vitalidad, desde el boxeador de El ídolo de barro, pasando por el inmoral periodista de El gran carnaval, el ambicioso productor de cine de Cautivos del mal, el Van Gogh de El loco del pelo rojo, el Doc Holliday de Duelo de Titanes, el inquebrantable coronel francés de Senderos de gloria, hasta el farsante embaucador de El día de los tramposos. Tal vez sean sus interpretaciones más elogiadas pero, por supuesto, muchas otras que aquí se omiten forjaron su leyenda a través de todos los géneros cinematográficos, comedia, drama, cine negro, western, aventuras, histórico, fantástico, e incluso, ciencia-ficción.

Fue quizás ese carácter indomable el que le hizo también acreedor de grandes papeles épicos como el Ulises en la homónima película de Mario Camerini o el príncipe de Los vikingos de Richard Fleischer pero sobre todo y por encima de todos esos papeles, se le recordará como el esclavo rebelde, el gladiador que puso en jaque a todo un Imperio Romano en pro de la libertad de sus iguales.



Con un enorme reparto que incluía a Lawrence Olivier, Charles Laughton, Tony Curtis, Peter Ustinov o Jean Simmons, Espartaco se convirtió en un sueño para Kirk Douglas y en un instrumento único para su mayor gloria. Así se lo propuso. No sólo la protagonizó, sino que también la produjo y manejó a su antojo el rodaje hasta el punto de que cuando no estuvo convencido de los primeros resultados no tuvo inconveniente en despedir al maestro Anthony Mann y contratar al joven Stanley Kubrik, con quien ya había colaborado en Senderos de gloria. 

A pesar de estos contratiempos, el film no sólo se convirtió en la película que marcó la carrera de Douglas sino que superó esas metas y devino un legado (el hijo de Espartaco lo representa) del péplum en su máximo exponente y de la ideología socialista de su guionista Dalton Trumbo y del propio Douglas. La apología de los tres grandes ejes de la democracia moderna, libertad, igualdad y fraternidad, que inspiran a los esclavos se contraponen a la decadencia de una república corrupta y al peligro aún mayor del poder de la fuerza que acaba indefectiblemente convirtiéndose en tiranía, tan actual en nuestros días como lo fue entonces.

Kirk Douglas nos enseñó que todos somos ese esclavo que busca la libertad en un Mundo que apenas le deja paladear un ápice de su químera. Nos enseñço que todos somos en realidad Espartaco. No. Miento. Sólo existe un Espartaco. Él es Espartaco.   


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