lunes, 26 de abril de 2010

La debilidad de John

John Cazale sólo pudo mostrar su arte en seis películas pero su poso entre los que disfrutamos de sus interpretaciones le han convertido en mito.

La leyenda de este actor se inicia con la saga fílmica más grande jamás contada. Tras una notable carrera en el teatro neoyorquino junto a su gran amigo Al Pacino, fue elegido por el director Francis Ford Coppola para el papel del desdichado Fredo Corleone, hijo mayor, heredero de un Imperio y marginado por su debilidad en favor de sus hermanos pequeños. Tanto en la primera como en la segunda parte de El Padrino, el genio de John Cazale traspasa la pantalla y nos muestra la fatalidad de una vida cuyo destino se trunca, tanto por sus errores como por la idiosincrasia de una filosofía existencial que no entiende de debilidades, que no perdona al frágil, donde la sangre se deja a un lado ante la traición, donde la tragedia se alía con el más débil. El inocente Fredo traiciona a su hermano por 30 monedas de oro y su arrepentimiento no encuentra misericordia. El descubrimiento de esa traición nos enseña una de las escenas más trágicas jamás filmadas cuyo desenlace perseguirá toda su existencia al personaje de Michael, que no encontrará redención hasta el día mismo de su muerte.  



El endeble y enfermizo aspecto de Cazale encontró en Fredo Corleone a su otro yo, un personaje que marcaría no sólo su carrera sino su posterior camino vital ya que esa debilidad que emanaba en la pantalla corroía su cuerpo en forma de cáncer de huesos hasta el punto de llevárselo de manera prematura a los 42 años. Doce años después de su muerte participó, gracias a imágenes de archivo, en la tercera y última parte de esta Saga, que intenta cerrar una herida cuya cicatriz supura hiel. Es precisamente el tormento de Michael y la presencia sentida de Fredo/Cazale lo mejor de este epílogo a la mayor historia jamás contada. 

Tras su participación en las dos primeras entregas de El Padrino, Francis Ford Coppola volvió a contar con Cazale para un pequeño papel en la interesante La Conversación. En esta ocasión Gene Hackman monopoliza de principio a fín este film con una inquietante interpretación de un técnico de escuchas torturado e inadaptado, mientras que Cazale repite, en el papel de su ayudante, un carácter inocente y leal pero fracasado por su ignorancia y mediocridad.

En 1975, animado por su amigo Al Pacino, Sidney Lumet le eligió para interpretar a Sal el desequilibrado compañero de atraco del protagonista en Tarde de Perros. Aunque vuelve a quedar a la sombra del personaje principal, su caracterización vuelve a acercarnos con sus sliencios a una persona compleja y desconcertante. En una de las escenas Pacino le pregunta a Cazale: "¿Hay algún país al que te gustaría ir?" a lo que Cazale responde fuera de guión "A Wyoming", esa improvisación se quedó en el corte final y resume la insulsa existencia de un ser que no demanda nada más de la vida.

Finalmente, en 1978, y ya enfermo del cáncer de huesos se dispuso a rodar El Cazador de Michael Cimino, epopeya trágica de un grupo de amigos que ven sus vidas destrozadas por el conflicto de Vietnam. En un nuevo papel secundario Cazale rodó sus escenas al comienzo del rodaje para poder terminar a tiempo y, a pesar de que la enfermedad le consumía, exhibe en cada una de sus escenas su contagiosa vitalidad. Cazale murió poco después de completar su rodaje.

Así, aunque su carrera cinematográfica duró seis años (de 1972 a 1978) y seis películas, dedicadas todas ellas a personajes secundarios, marcados por ese físico frágil  y por una debilidad muy humana, todas sus apariciones marcan en nuestra memoria la presencia de un alma cándida cuyas limitaciones no impiden sentir su cercanía y calor porque, "Fredo todavía sigues siendo mi hermano". 

sábado, 17 de abril de 2010

Alicia en el País de Tim Burton

Tim Burton marginado en la compañía Disney en los inicios de su carrera por sus tendencias góticas poco acordes con las más luminosas de la casa del ratón Mickey regresa ahora a su primer hogar para traernos una nueva versión del imaginario de Lewis Carroll. Creador de un Universo propio no podía ser otro el elegido para trasladar a la gran pantalla la historia de Alicia en el País de las Maravillas.

He de confesar que no he leido el texto original y que mi memoria no me permite más que mantener un vago recuerdo de la adaptación animada así que podría decir que llego virgen a este cuento de reinas blancas y rojas, ejércitos de naipes y piezas de ajedrez, de orugas azules y gemelos parlanchines, de sombrereros locos y lirones espadachines, lo cual no me impide advertir que las casi 2 horas de metraje transcurren con interés en el relato, en la fantasía creada por su autor y hecha suya por el realizador.



Sin embargo, Alicia en el País de las Maravillas se convierte únicamente en un entretenimiento infantil, que incluso puede llegar a dececpionar a los seguidores más acérrimos del personaje, no así de Tim Burton, el cual vuelve a demostrar que su Universo está por encima de cualquier historia que adapte, convirtiendo el relato original en una Alicia a imagen y semejanza de las creaciones del director, lo cual pesa más en el debe que en el haber de la película.

Así, a pesar de deslumbrar esta deliranza de escenarios y atmósferas, Tim Burton no consigue más que hacer pasar un buen rato al espectador, suponiendo un divertimento que no conseguirá la fidelidad de mi memoria, tan sólo un recuerdo de las posibilidades que la imaginación puede llegar a crear.

lunes, 12 de abril de 2010

El octavo pasajero

Canal + repone durante estas semanas las tres primeras adaptaciones de la abominación hecha forma. La criatura que cambió nuestra forma de comparecer ante el Universo tenia cabeza ahuevada, garras afiladas, una sonrisa que heló la sangre de todos los que la sufrimos por vez primera y una voracidad que sobrepasaba los límites de la lógica humana.  

Alien, el octavo pasajero es, junto a Blade Runner, la obra maestra del director Ridley Scott. Tras su debut como realizador en Los duelistas el autor británico afrontó un reto cuyo conductor había sido el hasta ese momento existoso Walter Hill. Éste abandonó el proyecto como director y continuó en su labor de guionista cediendo su timón a Scott que, una vez cogidas las riendas, hizo suyo el proyecto comenzando por dar nombre a uno de los personajes de la película, la nave Nostromo, influido por uno de sus autores fetiche y que ya adaptó para su citada ópera prima, Joseph Conrad.

Su pasado como realizador de videoclips y anuncios contribuyó a la perfección no sólo estética sino también de sensaciones de cada una de las escenas de la película en las cuales se acoplaban como una sinfonía perfecta los sonidos espaciales, las respiraciones, las salidas de aire, las alarmas, los gritos y los jadeos con las imágenes oscuras, claustrofóbicas de escenarios ocluidos, de pasillos de esclusas y compuertas interminables, que someten al espectador desde el miedo a lo desconocido de los compases iniciales al terror absoluto ante la atroz criatura surgida de las tinieblas del Infinito. En este punto, no podemos olvidar la acertada decisión del director de no mostrar en ningún momento - hasta la escena final -  la integridad del monstruo lo cual deriva en un horror absoluto sobre lo que sientes y presientes más allá de la repulsión generada por el magnífico diseño ideado por el pintor Hans Ruedi Giger.



Sin embargo, no podemos destacar únicamente lo antedicho: La tensa relación entre los tripulantes, las inquietantes figuras de Madre, la computadora que domina la nave Nostrom, y de Ash, el oficial científico, y, por encima de todos, el nacimiento de uno de los héroes más fuertes y más humanos de la historia del cine, Ripley, papel destinado a Tom Skerrit (que finalmente interpretó al capitán Dallas) y que fue a parar a las manos de una mujer, de una actriz de facciones duras, angulosas, de fígura rectilinea y de voz grave, Sigourney Weaver, que desde ese momento nunca podría separarse de la criatura que le dio la fama hizo de Alien, el octavo pasajero, un imprescindible no sólo del género de terror, sino de la misma historia del Cine.

Posteriormente, otros directores revisitaron el mito del monstruo espacial con distintos resultados y estilos, de la misma forma que marcaron sus posteriores carreras. James Cameron, tras su Terminator, encaró el film Aliens, El Regreso, de 1986, cinta que mantiene la estética anterior pero que enfoca la historia a una acción más consumible por el gran público. Y en 1992, se estrenó Alien 3, cinta de carácter crepuscular que recuperaba el ambiente enclaustrado de la primera parte concluyendo la saga de manera ajustada al destino de sus protagonistas. Este film marcó el inicio de la carrera de uno de los autores más personales de la actualidad, David Fincher, creador de un universo y estilo visual propio, a través de obras como Seven, Zodiac o el Curioso Caso de Benjamin Button.

Otras producciones han devuelto al monstruo a la gran pantalla pero el nivel de las mismas impropio de nuestro temido protagonista nos hacen omitirlas del presente artículo. Ahora, el padre original de la criatura, Ridley Scott, vuelve a recuperar el mito para contarnos los orígenes de esta abominación alienígena. Esperamos que vuelvan los escalofríos aunque ya hayamos perdido la inocencia...