martes, 8 de junio de 2010

Disculpen la licencia

El primer recuerdo que tengo de un Campeonato Mundial de Fútbol fueron los cuatro goles de un buitre con piel de cordero que destruyó a una Dinamita Roja que arrasaba a todo aquél que se cruzara en su camino. Tenía 6 años y el telediario abría en titulares con la gesta de Querétaro, aunque yo no comprendí su importancia hasta mucho tiempo después.

Transcurridos los años comencé a conocer el fútbol, la leyenda de este deporte, y sobre todo la de este evento, quizás el que más mitos ha dado al deporte, que esconde no sólo grandes Historias de los ganadores, sino también intrahistorias de los secundarios, anécdotas de reparto o las miserias de los perdedores.

Así, descubrí la heroicidad de unos uruguayos capaces de dar un Maracanazo capaz de romper el corazón de todo un país. Conocí a un equipo imbatible hasta que unos aguerridos alemanes acabaron con su leyenda. Supe de dos mitos de este deporte: Al primero le llamaron O Rei. El segundo no quiso que acabara su Mundial sabedor de que sus regates fuera del terreno de juego nunca serían tan efectivos. También descubrí que una mancha de cal pudo decidir una prórroga. Pude contemplar al mejor equipo jamás visto, o como el romanticismo de un holandés volador perdió la gloria ante un arrogante bávaro. Entendí que este deporte podía unir a un país y hacer olvidar durante unos días la tiranía que les oprimía. Más tarde pude emocionarme con la cara, los puños, y la carrera de un combativo italiano. También supe que Dios había bajado a la Tierra aunque trajera consigo al Diablo en la mano. Y ese pacto con el Diablo le hizo caer a los infiernos. Más tarde no fuí yo, fue el Nuevo Mundo y el lejano Oriente el que descubrió el fútbol aunque también supo que Brasil nunca volveria a ser Brasil. Y la  orgullosa Francia paladeó por fin un triunfo de una calva, de una calva que cabeceó por última vez el impertinente pecho de un carnicero...



Disculpen la licencia futbolística en un blog de cine pero el fútbol, sus partidos, y más en un Mundial, y muchas de las historias que los rodean, podrían ser el núcleo de cualquier guión de cine. A veces malo, incluso horrible. A veces bueno, hasta súblime. De suspense, de terror, de duelo al Sol, bélico, trágico, filosófico. Donde no siempre ganan los buenos, como en el cine, como en la vida. El fútbol todavía espera su gran película, la que recoja todas las emociones, incluidas las mezquinas, que también las hay.



De momento nos conformaremos con los nuevos estrenos que nos esperan. El próximo viernes se estrena una nueva película que nos traerá nuevos ídolos, nuevas ilusiones, decepciones, admiraciones, lágrimas de perdedores y de ganadores, nuevas imágenes que se quedarán en nuestro recuerdo, como el buen cine que se guarda en nuestra memoria. 

Disruten del espectáculo.

Películas sobre fútbol o donde el fútbol sea un elemento del guión: Evasión o Victoria, The Damned United, The Van, My name is Joe, Quiero ser como Beckham, Looking for Eric, Galatasaray-Depor (One Day in Europe), La gran Final. Españolas: Saeta Rubia, Once pares de botas, Matías juez de línea, El portero, El penalty más largo del mundo, Días de fútbol.  


martes, 1 de junio de 2010

Él es Espartaco

El próximo jueves Canal + estrenará una nueva serie. Su título: Espartaco. Sangre y Arena. Su protagonista será el actor galés Andy Whitfield. Sin embargo todos aquellos que le contemplemos por primera vez no podremos evitar recordar al hombre del hoyuelo en la barbila, de sonrisa irónica, mirada penetrante y rasgos duros y curtidos.

Kirk Douglas, nacido como Issur Danielovitz Demsky en el seno de una familia humilde de emigrantes rusos, fue forjando su carácter desde su infancia teniendo que trabajar desde muy joven para poder pagarse sus estudios. Fue ese origen el que engendró ese carácter apabullante y lleno de fuerza.

Identificado siempre por su gran personalidad destacó durante toda su carrera por papeles de fuerte temperamento y vitalidad, desde el boxeador de El ídolo de barro, pasando por el inmoral periodista de El gran carnaval, el ambicioso productor de cine de Cautivos del mal, el Van Gogh de El loco del pelo rojo, el Doc Holliday de Duelo de Titanes, el inquebrantable coronel francés de Senderos de gloria, hasta el farsante embaucador de El día de los tramposos. Tal vez sean sus interpretaciones más elogiadas pero, por supuesto, muchas otras que aquí se omiten forjaron su leyenda a través de todos los géneros cinematográficos, comedia, drama, cine negro, western, aventuras, histórico, fantástico, e incluso, ciencia-ficción.

Fue quizás ese carácter indomable el que le hizo también acreedor de grandes papeles épicos como el Ulises en la homónima película de Mario Camerini o el príncipe de Los vikingos de Richard Fleischer pero sobre todo y por encima de todos esos papeles, se le recordará como el esclavo rebelde, el gladiador que puso en jaque a todo un Imperio Romano en pro de la libertad de sus iguales.



Con un enorme reparto que incluía a Lawrence Olivier, Charles Laughton, Tony Curtis, Peter Ustinov o Jean Simmons, Espartaco se convirtió en un sueño para Kirk Douglas y en un instrumento único para su mayor gloria. Así se lo propuso. No sólo la protagonizó, sino que también la produjo y manejó a su antojo el rodaje hasta el punto de que cuando no estuvo convencido de los primeros resultados no tuvo inconveniente en despedir al maestro Anthony Mann y contratar al joven Stanley Kubrik, con quien ya había colaborado en Senderos de gloria. 

A pesar de estos contratiempos, el film no sólo se convirtió en la película que marcó la carrera de Douglas sino que superó esas metas y devino un legado (el hijo de Espartaco lo representa) del péplum en su máximo exponente y de la ideología socialista de su guionista Dalton Trumbo y del propio Douglas. La apología de los tres grandes ejes de la democracia moderna, libertad, igualdad y fraternidad, que inspiran a los esclavos se contraponen a la decadencia de una república corrupta y al peligro aún mayor del poder de la fuerza que acaba indefectiblemente convirtiéndose en tiranía, tan actual en nuestros días como lo fue entonces.

Kirk Douglas nos enseñó que todos somos ese esclavo que busca la libertad en un Mundo que apenas le deja paladear un ápice de su químera. Nos enseñço que todos somos en realidad Espartaco. No. Miento. Sólo existe un Espartaco. Él es Espartaco.