lunes, 30 de agosto de 2010

Origen: Los sueños de la razón crean grandes espectáculos

Ríos de tinta se han escrito desde el estreno de Origen, y todos ellos contradictorios entre sí. Unos afirman que estamos ante una obra maestra mientras que otros salen de la Sala decepcionados ante tanta expectación, con la sensación de haber sido estafados por un guión tramposo cuyas bases argumentales se desmoronan como los cimientos del subconsciente.

Quizás exageren todos aquellos que piensan que Origen es la última obra maestra del cine. Sin embargo tampoco podemos juzgar la última creación de Christopher Nolan desde la vertiente científica precisamente porque el escenario donde se desarrolla la acción de Origen, la mente y sus recovecos, creadores de los sueños, son el mayor desconocido de la ciencia, y es de eso de lo que se sirve el autor de esta obra para dar rienda suelta a su propio Universo, o Universos, sin que podamos discutir la originalidad e innovación de su creación del mismo modo que hacen los arquitectos con sus fantasías.



Si bien es cierto que tanto el prólogo como la resolución de esta fantástica historia deja un tanto frío al público al no cerrar de manera más precisa el círculo virtuoso creado por sus autores y que algunos de los personajes principales están desarrollados de una manera superficial, sí que se puede afirmar que desde el momento en que se presentan esos personajes, desde el mismo momento que descubrimos el mundo en que se van a mover, disfrutamos de una cinta cuyo nervio narrativo te atrapa hasta las últimas escenas, te sumerge en una nueva dimensión ficticia convirtiendo al espectador en un jugador más de este laberinto.  

A pesar de que quizás sea necesaria un segundo visionado para entender todos las piezas del puzzle o para desencantarte con tan enrevesada trama, podemos afirmar que el autor de El Caballero Oscuro y El Truco Final, entre otras, consigue con Origen un paradigma del cine de Acción - con base en la ciencia-ficción pero una película de Acción al fin y al cabo - en Mayúsculas.