domingo, 3 de abril de 2011

Lo suyo era puro teatro

El pasado 23 de marzo falleció en Los Angeles Elizabeth Taylor. Lyz, como era conocida por todos, luchó durante toda su carrera por ser reconocida no solo por su vida privada y belleza sino también por su arte. Entre sus inmemorables actuaciones encontramos dos que tuvieron un elemento común, un escritor que el pasado sábado hubiera cumplido cien años y que ha pasado desapercibido en los grandes medios de comunicación debido al óbito de la diva de los ojos violeta.

Tan solo el siempre necesario programa de TVE Días de cine tuvo el detalle de recordarnos en la madrugada del jueves el nacimiento de uno de los dramaturgos más importantes del siglo XX y más reonocidos por el gran público gracias a sus traslaciones al cine.

Thomas Lanier Williams, o Tennessee como le rebautizaron debido a su marcado acento sureño, nació un 26 de marzo de 1911 en la ciudad de Misisipi.  En este blog intentaremos recordar sus mejores obras, cuyas adaptaciones a la gran pantalla han marcado la memoria de muchos cinéfilos.

Un tranvía llamado deseo (1951) Elia Kazan dirigió esta obra referencial no solo en las representaciones teatrales sino en la propia historia del cine, como demostraron Mankiewicz y Almodóvar con sus respectivas All about Eve y Todo sobre mi madre. A través de un inmenso reparto (Brando, Leigh, Malden y Hunter), una excéntrica mujer, un rudo marido, una mujer sumisa y un hombre sin carácter, Kazan consigue realizar el paradigma de teatro llevado al cine cuya influencia, 60 años después, es indiscutible.



La gata sobre el tejado de zinc (1958). Alguien dijo alguna vez que nunca se había visto tanta belleza en un mismo dormitorio. Elizabeth Taylor y Paul Newman, acompañados del gran patriarca Burl Ives, construyen dos personajes para la posteridad en este adaptación de Richard Brooks donde las relaciones familiares sacan lo peor de uno mismo.

De repente, el último verano (1959). El maestro Mankiewicz recogió los miedos y las obsesiones del guion y obra de Williams en este film dotado, como casi siempre, de un gran reparto. Elizabeth Taylor, interpretando a una joven con brotes de locura, se acompaña esta vez de la gran Katharine Hepburn y de Montgomery Clift.




Dulce pájaro de juventud (1962). Paul Newman y el director Richard Brooks repitieron para trasladar a la gran pantalla otra obra de Williams. En esta ocasión, la secundaria Geraldine Page se merienda por sí sola esta obra interpretando a una destructiva y decadente actriz a expensas del alcohol, las drogas y los hombres.

La noche de la iguana (1964). John Huston dirigió el triángulo interpretativo formado por Richard Burton, Ava Gardner y Deborah Kerr donde el deseo y la represión sexual son los epícentros de esta historia ambientada en México. 

Diferencia, libertad, locura, miedo, intolerancia, familia, sexo, decadencia, destrucción. Tennessee Williams llevó todas sus obsesiones personales a sus obras y el Cine, en una época dorada donde las historias primaban, sus autores y actores, se nutrieron de ellas para crear obras extraordinarias. Dios salve en el recuerdo a ese Cine.