lunes, 15 de octubre de 2012

Jo qué…coñazo!


No se me caen los anillos si he de reconocer que en el transcurrir de los años he valorado de manera más notable la obra y trayectoria de David Cronenberg. Es innegable que durante toda su carrera, este director canadiense ha sabido dotar a sus películas de un halo trasgresor y de un universo al cual no muchos están dispuestos a acceder pero que a un servidor ha atrapado en más de una ocasión como en La zona muerta, Crash o La mosca, entre otras.


Del mismo modo, es evidente que en sus últimas incursiones en la cartelera hemos visto un Cronenberg más cercano a la historia y más alejado de las antaño sobrevaloradas posturas vanguardistas. Fruto de este cambio de rumbo y de, oh casualidades de la vida, su colaboración con el cada vez más maduro Viggo Mortensen, surgieron una serie de brotes verdes tan raros en la obra de Cronenberg como cercanos al público más clásico entre el que me encuentro. Una historia de violencia, Promesas del Este y Un método peligroso, se nos aparecen ahora como tres oasis en el desierto de lo terrenal tras el visionado de su última película: Cosmópolis.


La historia bien conocida entre las vanguardias artísticas por ser la adaptación de una novela del afamado Don Delillo, narra las peripecias de un joven magnate de las finanzas que se pasea con su limusina por las calles de Nueva York con el único objeto de dirigirse a su peluquería de siempre para un corte de pelo. Durante el trayecto irán sucediéndose episodios que supondrán un trascendental viaje iniciático para el personaje principal.


Puedo decir sin temor a equivocarme que Cosmópolis es una de las mayores imposturas ante las que me he atrevido a enfrentarme. Tras este punto de partida todo lo que pudiera decir debería siempre mejorar la primera impresión de mi crítica pero no va a ser así. Durante casi una hora de metraje trato de comprender a un personaje repugnante, aislado del mundanal ruido en su burbuja de éxito, ante el que se van presentando colaboradores, amantes, esposas y demás acólitos, en una suerte de conversaciones tan trascendentes que me saturan por repetitivas y vacuas en su significado. Alguno podrá criticarme por mi falta de capacidad analítica sobre las mismas. No se lo reprocho. Es posible que sea un lerdo incapaz de asumir tanto discurso demoledor y tanta frase para la posteridad tan vacía de contenido. En cambio, otros pensarán que bastante ha aguantado mi concentración con una hora de insoportable esnobismo.


Cuando finaliza la citada hora miro el reloj y sufro un ataque de pánico al darme cuenta que el concepto del tiempo es efectivamente relativo y que la hora que ha transcurrido en tiempo real ha supuesto para mí un viaje de aquellos que imaginaba HG Wells de casi tres. En cristiano, el tostón, la saturación, ha sido tal que parecía que hubiera visto la trilogía entera del Señor de los anillos, versión extendida. A partir de ese momento, ya no me interesa lo más mínimo lo que le suceda al personaje protagonista – la verdad es que antes tampoco mucho – y sólo quiero que se acabe cuánto antes tamaña estupidez. En ese momento creo que me pierdo lo mejor de la película, su final, la conversación que sostiene el protagonista con el incombustible Paul Giamatti que parece darle cierto sentido a todo lo acontecido, pero por aquel entonces a mí ya me perdieron hace tiempo.


Algunos han criticado a Cronenberg porque ha abandonado la estética para centrarse definitivamente en la ética, se le ha echado en cara que el fondo ha desplazado definitivamente a la forma, convertida en elementos vivos de las propias historias, elemento esencial en la obra del autor de Inseparables. En realidad, el problema no es que abandone la estética, el problema es que esta Cosmópolis no convence ni por la forma por apática, ni por el fondo por insustancial.


* Recuerda a películas del estilo Jo qué noche con ínfulas filosóficas.

* Misión Imposible Lo peor de la película no son los actores entre los que incluyo a Robert Pattinson. Eso sí, tampoco logran salvarla.

* La grand Bouffe ¿Quién se ha comido a Samantha Morton?

* Toma el dinero y corre Juliette Binoche o cómo ser una diva del cine independiente bien pagada al otro lado del charco por minuto de metraje.

No hay comentarios:

Publicar un comentario