jueves, 11 de julio de 2013

Robert Ryan. El malo de la película.

Larguilucho, con cierto desgarbo, y sobre todo, con una mirada achinada de la que intuías canallesca en muchas ocasiones. Perversión en otras. Pero también se podía advertir inmensa bondad. 

Hace 40 años que Robert Ryan nos abandonó como quien abandona a la familia. Siempre demasiado temprano. Muchos no le recuerdan aunque su rostro se ha paseado por una extensa filmografía salpicada de obras maestras del western y del bélico. Némesis de los grandes, de Tracy, de Holden, de Wayne, de Stewart, de Marvin. Dando la réplica y muchas veces ensombreciendo a las figuras.  



Así, a bote pronto, le recuerdo como el eterno perseguidor del Grupo Salvaje de Peckinpah. Aquél que traicionó a los forajidos para pasarse al otro lado. Como hizo Pat Garret con Billy The Kid. Y le recuerdo también perseguido por Colorado Jim de Anthony Mann. También tengo grabada su imagen del cabecilla de la Conspiración de Silencio de John Sturges. O como el azote implacable de los 12 del patíbulo de Robert Aldrich, aunque finalmente el azotado fuera él. Por supuesto, es imposible olvidarle como el mercenario amante de caballos de Los profesionales de Richard Brooks. 

Así era Robert Ryan. Un tipo duro, a veces cínico o inmoral. Incluso criminal. Con su propio código de honor. En cualquier caso, su sola presencia daba sentido a la definición del malo de la película. Algo más que un secundario imprescindible en la historia del Cine. 

miércoles, 26 de junio de 2013

Ivory. El californiano inglés.

El pasado 7 de junio James Ivory cumplió 85 años. Tan señalado aniversario y su retiro del mundanal ruido cinematográfico es una buena ocasión para recordar la trayectoria de un hombre cuyos trabajos rendían tributo al más puro academicismo y que se especializó, pese a ser nativo de California, en las películas ambientadas en la época victoriana hasta el punto de que el resto de su filmografía ha pasado casi inadvertida para el gran público. En este blog ya se le rindió un homenaje de soslayo cuando hablé de una de las películas menos Ivory de su trayectoria, Fiesta Salvaje en Cuerpos de Cine (I) El Cuerpo se va de fiesta con motivo del 70 aniversario de la sex symbol de los los 60 y 70 Rachel Welch.

La filmografía de Ivory da comienzo con devaneos en el documental y películas de carácter colonialista adaptando historias hindúes y pasa por historias más actuales aunque siempre con tintes pasados.

Sin embargo, su obra siempre estará ligada a un tipo de película tan alejada en su contexto como en sus formas a su origen californiano. Este género fílmico, la denominada película de época, ha sido el jardín donde Ivory ha sabido desarrollar toda su sensibilidad y buen hacer como realizador. Ambientes naturales entre el siglo XIX y los albores del XX, historias románticas, de represión en ambientes y sociedades cerradas, casi exclusivamente alrededor de las novelas de E. M. Forster, actores de educación británica en su mayoría, y siempre fiel hasta su muerte a su eterno productor Ismail Merchant. Éstas son sus mejores obras, o al menos las que mejor definen el estilo de este director:

- Las bostonianas (1984). Una novela de Henry James sobre el proceso sufragista adaptada por la hindú Ruth Prawer Jahbvala que acompañaría a Ivory en la mayoría de sus producciones. Una inspirada Vanessa Redgrave y un post-superheroico Christopher Reeve se disputan el amor Madeleine Potter. Una gran dirección artística, de vestuario y de fotografía sitúan al espectador en el Boston del siglo XIX.

- Una habitación con vistas (1985). La historia de dos mujeres burguesas y su viaje a través de la toscana italiana. Mi primer encuentro con Helena Bonham Carter cuando todavía era una joven delicada aunque con su eterno bigote. Una gran fotografía y un reparto de actores británicos de alta escuela desde el novicio Daniel Day-Lewis hasta la siempre efectiva en su papel de siempre Maggie Smith. Ivory adapta otra novela de la pluma de Ruth Prawer Jahbvala que conseguiría su primer Oscar al mejor guión adaptado, en este caso de E. M. Forster.



- Maurice (1987). Un primerizo Hugh Grant enamora al olvidado James Willby en otra historia sobre identidades sexuales y renuncia a los sentimientos en una crítica a la sociedad de principios de siglo, y de no tan de principios, en otra adaptación de E. M. Forster, esta vez asumida por el propio Ivory con la colaboración de Kit Hesketh-Harvey.



- Regreso a Howards End (1992). Una nueva historia de liberación de la mujer en una sociedad machista como era la del siglo XIX en una nueva adaptación de E. M. Forster por Ruth Prawer Jahbvala que al final sería reconocida con su segundo Óscar al mejor guión adaptado. Ivory, fiel a un tipo de actor y actriz de academia británica repite con Vanessa Redgrave y Helena Bonham Carter e incorpora a Emma Thompson a su elenco de protagonistas.



- Lo que queda del día (1993). Ambientada en la primera mitad del siglo XX narra la historia de un mayordomo, Anthony Hopkins en posiblemente su mejor interpretación, y su relación con una particular ama de llaves, Emma Thompson en posiblemente su mejor interpretación. Obra cumbre de James Ivory que salta de nuevo al siglo XX para volver a indagar en los sentimientos en un entorno oclusivo que impide su liberación. Aunque no puede ser considerada una película de las denominadas de época por su tiempo narrativo, sí lo es por sus temas, las características e idiosincrasia de sus personajes. En esta ocasión abandona a Forster y su guionista de cabecera Ruth Prawer Jahbvala adapta una novela de  Kazuo Ishiguro.



martes, 14 de mayo de 2013

Tino no era Sinatra. Era la voz.

Cuando llenas tu memoria de recuerdos cinéfilos no sólo lo haces de miradas, gestos, imágenes o música. También lo haces de frases y de aquellas voces que las emitían. James Earl Jones, el malvado de Conan el bárbaro, se hizo más famoso por poner voz a un personaje y pronunciar una sola frase que por toda su trayectoria actoral, al margen del citado Conan o por ser tripulante del bombardero de ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú. Esa frase no era otra que la que descubría el secreto de una paternidad y el personaje, uno de los mejores malvados de la historia del Cine. Esa frase no era otra que: "Luke, I´m your father". Y ese personaje era Darth Vader. Así, tanto el monólogo posterior, como su voz y su nombre, entraron en el Olimpo del Cine. Algo parecido le ocurrió a nuestro protagonista. 

La tradición de doblaje en España ha hecho que muchos de nosotros tuviéramos nuestro primer acercamiento al cine con las voces de algunos grandes actores españoles. Así, a pesar de que el doblaje rompe con algo tan fundamental para la interpretación como es la voz y que por tanto no captamos de esta manera todo el trabajo de los actores extranjeros, muchos de nuestros recuerdos más cinéfilos permanecen en nuestras mentes, no con las voces originales de sus protagonistas sino con las de estos magníficos intérpretes. 

Así, el doblaje de las películas venidas de Hollywood hizo de la voz de nuestro protagonista una referencia en el doblaje español y al mismo tiempo un recuerdo de algunas de nuestras películas favoritas. A pesar de conducir programas de televisión, de radio o actuar en obras de teatro de gran éxito, Constantino Romero, Tino para los amigos, entró en el imaginario colectivo gracias a su profunda y engolada voz. Constantino dejó de ser Romero y pasó a apellidarse Vader, Callahan, Bond o Kirk. Puso voz a Clint Eastwood en innumerables ocasiones, desde los Violentos de Kelly hasta Gran Torino (la última no la cuento). Dobló a Roger Moore en la serie 007. Acompañó al capitán James T. Kirk en sus aventuras en el Enterprise. Fue un robot asesino con la cara de Schwarzenegger. Pudo ver cosas que nunca llegaríamos a imaginarnos. 

He aquí cuatro de mis mejores momentos vividos junto a él (alerta spoilers a los que viven todavía en la inopia): 

Blade Runner

Harry el sucio (Dirty Harry)

Sin perdón (Unforgiven)

Star Wars. Episodio V: El imperio contraataca
(The Empire Strikes back)


Todas estas escenas y muchas más son historia del cine y por supuesto, gracias a la voz de Constantino,  también lo son de cada una de las nuestras.  

viernes, 10 de mayo de 2013

Harryhausen. Creador de mitos.

Siempre recuerdo que mi afición por el Cine me viene de bien pequeño. Desde crío me enganche a ese arte que me descubría tierras lejanas, me transportaba a mundos fantásticos o me hacía compartir aventuras con personajes increíbles. El cine y sus protagonistas se convirtieron en mitos para mí del mismo modo que existían otros mitos que el cine ha intentado trasladar a la gran pantalla.

A lo largo de su historia el cine ha intentado acercarse, y acercarnos, a la mitología clásica. Diversas películas, incluso infumables series de TV, lo han intentado. Sin embargo, son dos las que hicieron que la visión inocente de un niño guardara en su retina recuerdos de esqueletos vivientes, caballos voladores o búhos dorados.

Jason y los argonautas y Furia de Titanes fueron dos películas que al margen de su calidad, de su envejecimiento por la evolución de las técnicas de imagen, nos dejaron huella a todos aquellos que disfrutamos de sus aventuras y de aquellos monstruos mitológicos a los que tuvieron que enfrentarse, sorteando todos los peligros para alcanzar su destino. Aunque más que esas historias nos atrajeron las imágenes que nos mostraba.

Esas visiones inimaginables para el público hasta ese momento se produjeron gracias al legado de un hombre que hizo de la slow motion un arte de la imagen. En el analfabetismo infantil, siempre creí las películas que nos narraban los viajes de Jason o de Perseo llevaban la firma de Ray Harryhausen (hasta su apellido era mítico), y sin embargo él sólo era ¿sólo? el artesano que procuraba conseguir que viéramos la estatua de Talos perseguir a los argonautas o a Medusa petrificar a sus enemigos. Ahora, con el conocimiento que me dan los años sigo pensando que aquellas películas, si pertenecieron a alguien, fueron a él porque si en algo destacan o las mantenemos en nuestra memoria son por las creaciones del maestro Harryhausen.

Resquicio del pasado que se nos va. Pasado del cine y de mi infancia. Harryhausen llevó a cabo un trabajo para el que fue creado en parte el cine: Creer durante un momento que cosas imposibles podían suceder.



lunes, 6 de mayo de 2013

Mi nombe es Quatermain, Allan Quatermain

Cuando disfrutamos de las películas de Indiana Jones que alguno ya califica de antiguas - me estoy haciendo mayor - no podemos obviar que el origen de todo pudo estar en las aventuras de Tintín - aunque ni el propio Spielberg las conociera - pero sobre todo en las películas de aventuras que se rodaron durante los años 30, 40 y 50, producciones que abrieron horizontes a otras tierras más allá de la civilzación y que rememoraron las hazañas, maquilladas por supuesto, de los colonizadores de entonces.

Películas como King Kong, Tarzán o Mogambo, cada una en su género y en su época, nos acercaban a tierras inexploradas y salvajes, repletas de peligros venidos de la propia naturaleza o de las tribus todavía sin "domesticar".

Uno de los más próximos antecedentes de Indiana Jones fue otro aventurero, el cazador surgido de las novelas de H. Ridder Haggard, Allan Quatermain. Aunque otros actores interpretaron este personaje de finales del siglo XIX, véase el caso de Richard Chamberlain o de Sir Sean Connery, el nombre de Quatermain siempre irá ligado a una esbelta figura con percha de Lord inglés.

Stewart Granger, se hizo un nombre en el mundo de Hollywood en los años 50 en películas de capa y espada como El prisionero de Zenda o Scaramouche. Sin embargo, fue otro film de aventuras el que le dio previamente el espaldarazo definitivo a su carrera y a su pertenencia de mitos del celuloide: Las minas del Rey Salomón. 

Junto a la eterna candidata a los Óscar, Deborah Kerr, Granger se embarca en una aventura que recuerda en su argumento a las películas protagonizadas por Indiana encontrándose paralelismos con las 3 primeras entregas de la saga  -la búsqueda de un tesoro mitológico, el encuentro con tribus salvajes y el rescate de un ser querido-. Kerr contrata a Granger-Quatermain para encontrar a su marido, perdido en tierras desconocidas de África mientras buscaba las minas de diamantes del rey Salomón. A partir de ese momento, ambos correrán más de una aventura juntos.

Las minas del rey Salomón es un claro ejemplo del cine de aventuras de la época en los que la producción primaba sobre la autoría de la obra pero que no estaba exenta de calidad con diálogos llenos de humor que dotaban a los personajes de gran personalidad. Esta circunstancia, junto al desplazamiento de la producción al lugar de la acción en lugar de utilizar el tan moderno ordenador y su artesanía en la ejecución, a pesar del evidente envejecimiento de alguno de sus trucos, dotan a Las minas del Rey Salomón de un factor diferencial con respecto a las actuales superproducciones convirtiéndose en uno de esos clásicos para toda la familia que se recuerdan desde la infancia.

La figura de Granger destaca por encima del resto. Pertrechado en un atuendo colonial color camel que ahora daría un poco de vergüenza ajena, su fina ironía inglesa y su porte victoriano se ponen al servicio de un personaje hecho a medida. Uno de esos héroes que creías invulnerables sin necesidad de superpoderes o trajes especiales.


lunes, 29 de abril de 2013

El marido de la tonadillera

Tras la muerte de Sara Montiel muchos han recordado que la tonadillera o cupletista puso una pica en Flandes allende los mares. En palabras más terrenales, que la divina Sarítisima consiguió un contrato, en este caso civil, con uno de los directores de cine más afamados de la época: Anthony Mann. 

En España, el gran público conoce a Anthony Mann por 3 cuestiones bien distintas. En su ámbito privado, por su relación con la fallecida Sara Montiel desde que se conocieron en el rodaje de Serenade en 1956 hasta su divorcio en 1963. En su ámbito profesional por las grandes superproducciones que dirigió en los 60 en territorio español bajo la producción megalómana de Samuel Bronston en El Cid (1961) y La caída del Imperio romano (1964), ninguneadas actualmente por la crítica sesuda pero de una calidad indudable, sobre todo reivindicable la segunda por haber sido ensombrecida por otros peplums mucho más exitosos. Y finalmente, en el ámbito pseudoprofesional, el que forma parte de la leyenda del Hollywood, por ser el hombre que comenzó la producción Espartaco para posteriormente ser despedido por lo que ahora se llama de manera eufemística diferencias irreconciliables con el productor, estrella y alma del proyecto Kirk Douglas quien le sustituyó por Stanley Kubrick para completar esta obra maestra que nunca sabremos si es más de Mann o de Kubrick.

Sin embargo, y a pesar de la importancia, en algún caso relativa, que tienen los anteriores hechos de la vida de Mann, los amantes del cine americano le recordamos sobre todo por sus westerns, y en especial, por la serie de películas que llevó a cabo en la década de los 50 formando pareja artística con James Stewart. Aunque ambos colaboraron en 8 películas que incluyen hasta un musical, la dupla Mann-Stewart es reconocida y recordada por los westerns que realizaron en un plazo de 5 años en la primera mitad de la década.

Stewart supo romper en estos trabajos con la imagen de americano medio bonachón, divertido y simpático  u honorable de las películas de Capra, Cukor o Hitchcock. Desde Winchester 73 (1950) a El hombre de Laramie (1955) dejó de ser definitivamente Jimmy y dibujó un héroe más gris moralmente, con pasados oscuros, mucho más duro y de carácter más agrio, siempre ante una encrucijada moral, entre la venganza o el deber, el dinero o la ética, buscando la redención de alguna u otra forma, del individualismo a la justicia y el bien común.

Mann dio forma a esos viajes vitales utilizando la cámara de manera sabia. Ante el repetido escenario de  Monument Valley de las películas de John Ford o los espacios cerrados utilizados por Howard Hawks, Mann abre las fronteras del western y acompaña el trayecto iniciático con otro geográfico utilizando otros paisajes agrestes como los ríos de Oregon en Horizontes lejanos (1952) las montañas rocosas en Colorado Jim (1953) o Alaska, entre otros escenarios, en Tierras lejanas (1954) y les dota de vida propia forjando el carácter de los aventureros solitarios y hechos a sí mismos de Stewart.

Mann completa la iconografía westerniana con amenazas indias, bandoleros, tiroteos, persecuciones a caballo, y antagonistas a las antípodas del protagonista del calibre de Arthur Kennedy o Robert Ryan, compañeros de viaje del estilo de Brenan y mujeres en apuros de dudoso pasado como Shelley Winters.

Anthony Mann mal conocido como uno de los llamados artesanos de Hollywood se le niega la autoría ante  la dualidad de los maestros Ford y Hawks pero es y seguirá siendo una de las personalidades cumbre del género del Oeste, y nunca más el marido de la tonadillera.



domingo, 28 de abril de 2013

Cuerpos de cine (III) Ojos de gata

Cuando me preguntan de qué actriz me he enamorado mirando una pantalla de cine una imagen me viene a la mente. No se trata de algo sucio. Se trata de amor. Platónico si quieren. Pero amor al fin y al cabo. Sobre la cola de un piano. Y sobre él una mujer. Viste de terciopelo rojo y se contonea mientras entona Makin' Whoopee...



Susie, como así se llama su personaje, susurra la canción mientras gira sobre sí misma. Dirige su cuerpo hacia Jack. Su mirada se fija en su socio de escenario. Éste, ensimismado en su teclado, se concentra en seguir su ritmo. Susie se vuelve de nuevo y continúa deslizándose hasta que acaba su actuación sentada junto a su pianista. Descansando su cabeza en su espalda. Y piensas qué manera de hacer el amor ante el público.

Esa mujer que dejaba sin aliento a los Fabulosos Baker Boys, la mujer a la que Tony Montana se refería cuando ponía precio al poder, nació como Miss pero enseguida se convirtió en actriz. Su carrera se ha ido  apagando con el nuevo siglo pero antes aprovechó el trayecto.

Sus mejores papeles, en drama o en comedia, siempre se han debatido entre el amor y el deber. Físico frágil y vulnerable abandonó la inocencia de Madame de Tourvel por el amor del Vizconde de Valmont. Al amanecer se vio condenada a un amor imposible con un lobo. Atrapada en un mono de látex se divirtió lamiendo a un hombre murciélago a la luz de la luna. Estuvo casada con todos. Fue la otra mujer que nunca quiso interponerse entre un marido y su esposa. Y en todas y cada una de ellas, conviven en nuestro recuerdo esa mirada felina que completa cada ángulo de su cara.

Los años y los quirófanos han actuado en  el rostro de Michelle Pfeiffer. No ha podido soportar ver sus perfectas facciones envejecer. O Hollywood no lo ha querido y le ha forzado a destrozar aquello que un día fue tan bello que nos dejaba boquiabiertos con una simple mirada. La de sus ojos de gata.

Aquí el video referido---> Escena del piano Los Fabulosos Baker Boys

jueves, 18 de abril de 2013

BoardWalk Empire (T-3) La mafia llegó al fin al muelle

Aunque este es un blog de cine de vez en cuando me gusta acercarme a lo que algunos consideran hoy en día el gran Cine, el que se rueda en platós y se emite en canales de televisión.  

Ya en su día destaqué una serie que merecía ser reivindicada por su enorme calidad, por la falta de publicidad y porqué no decirlo, porque nació y se ha desarrollado a la alargada sombra de la considerada obra magna de la TV The Wire. Por compartir autor, David Simon, y gran parte del reparto, Treme, que es la serie a la que me refería entonces, ha alcanzado las 3 temporadas condenada a serie de culto de un público muy limitado pero que sigue, seguimos, reivindicando.

Otra serie de HBO ha alcanzado la 3ª temporada. Sin embargo, ha realizado o está realizando un viaje inverso hacia el anonimato de Treme. El proyecto de Boardwalk Empire comenzó como un gran acontecimiento mediático. Era una serie perpetrada para aunar calidad y audiencia. Premios y elogiosas críticas. La batuta de la serie la llevaba el gran Martin Scorsese (Godfellas), la pluma de Terence Winter (Los Soprano) y su temática, una de las que más gustaban a sus autores y al gran público: los gangsters. 

Ambientada en la época donde mayor popularidad alcanzó el crimen organizado, los años 20 bajo el régimen de la Ley Seca (que hay más vintage que esto por si os seguís preguntando que hace este post en este blog), se antojaba una serie repleta de nombres populares: Capone, Luciano, Rothstein, Masseria. Todos estábamos en ascuas ante el gran estreno del piloto. 

La calidad era indiscutible. La de sus guiones y la de sus intérpetres. Aunque nos costara acostumbrarnos a ver a Steve Buscemi como Nucky Thompson, capo de Atlantic City - ciudad donde se desarrolla la acción - y del contrabando de alcohol, su trabajo era intachable. Del mismo modo que el de Michael Pitt y el de unos secundarios de lujo cuyas apariciones nos sabían a poco, por su pasado en otras series ya mencionadas en este post, Michael K. Williams, por su presente de actor inquietante, Michael Shannon, o por ser el gran descubrimiento de la serie, Shea Whigham.

Sin embargo, cuando fue avanzando la primera de estas temporadas el público, y me incluyo, se desilusionó. El espectador esperaba fuegos artificiales. Ansiaba tramas mafiosas, negociaciones, alianzas, traiciones, bandas, tiroteos. Todo eso se nos mostró a cuenta gotas y, en todo caso, servía como subtrama para  contextualizar a unos personajes protagonistas cuyas preocupaciones principales eran más bien personales o sentimentales. El público quedó un tanto decepcionado y aunque Steve Buscemi consiguió todos los premios habidos y por haber, la expectación que había generado se desinfló un tanto.

La segunda temporada fue ganando en tensión pero las principales tramas seguían siendo "familiares". La temporada se cerró de forma modélica con el final de la historia de amor-odio entre el maestro Nucky Thompson-Steve Buscemi y el alumno Jimmy Darmody-Michael Pitt, pero el reconocimiento de la serie, su repercusión, parecía haber quedado en un segundo plano ante otras mucho más espectaculares. 



Así, ante la pérdida de relevancia en el público y en los medios parece que los rectores de BoardWalk Empire han querido volver a la primera plana y han satisfecho lo que reclamaba el gran público. La tercera temporada ha puesto al fin todas las fichas mafiosas sobre el tablero, o sobre el muelle si se quiere. Así, mientras en temporadas anteriores, las bandas de Chicago o Nueva York iban y venían de Atlantic City como Nucky Thompson se paseaba por el muelle, en esta tercera temporada vinieron para quedarse, o por lo menos para intentarlo. 

Atlantic City se convierte al fin en esta tercera temporada en el centro de operaciones de la mafia de las grandes metropolis. Todos quieren el control del contrabando del alcohol y se suceden las tan esperadas alianzas, traiciones, estrategias, y por supuesto, los tiroteos y las matanzas. Con un enemigo tan cruel, despiadado e irracional a las antípodas del maquiavélico, elegante y calculador Nucky. Y por fin descubres el porqué de Michael K. Williams o Michael Shannon e intuyes cuál será su predominante papel en sucesivas temporadas, así como los de los Capone o Luciano. 

Pero por encima de todos sigue estando él: Nucky Thompson. Al que odiamos y amamos a partes iguales. Porque Nucky es el epicentro de todo, de la ciudad en la sombra y de la trama en lo fundamental.  Abarcando el alfa y el omega de toda la serie. Nucky emprende un viaje iniciático en el que casi se deja la vida. Desde la opulencia y soberbia con la que comienza, pasando por sus debilidades, su lado más oscuro y su crueldad, hasta su caída y redención. Sus 2 últimos capítulos como proscrito de los gangsters, huyendo, buscando refugio y aliados y tramando una venganza final dejan al espectador al borde del orgasmo mafioso y con ganas de más. 

Ya lo dice el manual de todo gangster. Si quieres sobrevivir, cuánto más cabrón, más efectivo. Y Nucky puede llegar a ser muy cabrón.  

lunes, 8 de abril de 2013

Cuando éramos paletos. Sara Montiel (obituario)

A propósito del 30 aniversario del primer Óscar para una película española como mejor film de habla no inglesa ha aprovechado Sara Montiel para decirnos adiós.

Saritísima ha querido ser genio y figura hasta la sepultura y ha decidido que esta semana, la que se prometía ser un homenaje al director José Luis Garci, a su película Volver a Empezar y a todos aquéllos que previamente habían abierto camino en Hollywood, no pudiéramos olvidar a una de las referencias mitológicas y, porqué no decirlo, mitificadas de una época en que todo ese mundo, el hollywoodiense, parecía más una galaxia muy lejana que un pueblo a las afueras de Los Angeles.

En una época de oscurantismo y paletismo, en el peor sentido de la palabra, cualquier atisbo de luz y de mirada y triunfo hacia el exterior, era un halo de optimismo para la sociedad española y también de orgullo para un pueblo deprimido. Como lo es ahora el fútbol o las motos. Orgullo por otro lado aprovechado por el Régimen para la siempre ventajista publicidad. Como lo es ahora el fútbol o las motos. Sara era parte del orgullo patrio.

Las nuevas generaciones le veían como un resquicio del pasado, muy pasado en ocasiones. Sin embargo,  aquellos papeles más o menos pequeños en el Hollywood dorado fueron pioneros y abrieron las puertas a tantos otros.

Antes y después de Sara, otros también alcanzaron éxito en aquella colina californiana: Gil Parrondo, Néstor Almendros, Salvador Dalí, José Luis de Villalonga, Xavier Cugat, Fernando Rey. Todos ellos habían acabado de una u otra forma en alguna producción o productora hollywoodiense. Incluso alguno había sido reconocido como el mejor en lo suyo y se había llevado a casa la más preciada estatuilla, celebrada en el país como si fuera la Eurocopa o la Eurovisión de entonces. Algunos de ellos serán siempre recordados por sus Oscar y otros por la fama bien ganada en sus respectivas artes, pero ninguno alcanzó la notoriedad y la popularidad de Sara Montiel.

Sara apenas tenía voz para cantar y talento para actuar pero poseía todo lo que se necesitaba en aquel entonces para triunfar: un cuerpo del delito y una personalidad "amantisada". Sensual hasta decir erótica. Mirada perdida entre enormes párpados y pestañas. Pómulos disparados. Silueta de curvas vertiginosas. Cintura de avispa de ésas que pican hasta el sinsentido, y sobre todo actitud. Actitud de mujer de rompe y rasga acompañada de una voz que arrastraba al susurrar. De sofisticación y elegancia en una época oscura. De Diva.


Su magnífico inglés -lo de magnífico es ironía- y su necesidad de libertad, le impidieron hacerse un hueco más grande en Hollywood. Al menos eso decía siempre ella mientras contaba por enésima vez la anécdota de los huevos fritos, siempre dejando caer un doble sentido para que la gente siguiera dándole a la sinhueso.

Es cierto que Sara vivió más del cuento que de la cuenta en Hollywood pero ¡Cómo gustaban esos cuentos! ¿Qué más da si los papeles de Veracruz o Yuma eran los típicos clichés de india o mejicana? ¿Qué importa si la primera vez que vi Veracruz hace muchos siglos -broma típica que se hacía con la edad de Sara- casi no llego a descubrirla durante el metraje porque su papel se reducía a cuatro apariciones?

Lo divertido, lo que emocionaba a los españoles al margen de las películas que rodaba era lo que le rodeaba. Cuándo éramos paletos -si es que alguna vez dejamos de serlo- Sara nos daba historias y leyendas. Sus anécdotas de los huevos fritos, sus atribuidos romances con James Dean, Gary Cooper que estás en los cielos, Ernest Hemingway o Marlon Brando -alguna aprendió mucho de Sara para lanzar su carrera en Hollywood-, sus amistades con Burt Lancaster, Elizabeth Taylor o Billie Holliday. Su matrimonio con el mítico Anthony Mann. Lo que le hacía única era su pertenencia a un club que los españolitos de a pie veían desde sus cines de sesión doble como si fuera El Dorado. 

Su declive posterior le convirtieron en una Norma Desmond del siglo XXI, siempre con su habano y cargada de alhajas. Los modernos, siempre al quite de lo vintage, la recuperaban para algunas de sus marvelous mamarrachadas pero La Diva siempre permanecía ahí. Lista para su primer plano.

jueves, 4 de abril de 2013

Los amantes pasajeros, pedorretas y otras cosas del montón.

Cuando era un mocoso mi padre me hacía pedorretas para entretenerme. Yo me divertía mucho porque entonces mi nivel de sofisticación estaba a la altura de un chimpancé de los alrededores de San Francisco, de ésos que seguían a César en el Origen del planeta de los simios, de los tontos vamos. 

Mi  padre probó esa fórmula durante años con el objetivo de hacerme reír pero fue perdiendo eficacia mientras avanzaba mi niñez. De la risa pasé a la ternura que me provocaba que ese señor al que tanto quería siguiera creyéndome un inocente zagal. Un día, mi padre al verme maduro cambió su discurso al querer darme otras enseñanzas. Sin embargo, 30 años después de sus primeras carantoñas, el pasado Viernes Santo, el día en que el protagonista del Nuevo Testamento fallecía en la cruz para más INRI, mi padre intentó hacerme gracia con una pedorreta con un resultado inesperado: No me provocó risa. Ni siquiera ternura. Se dibujó en mi rostro una mueca de sonrisa congelada. De ésas que provoca la vergüenza ajena. Ésta podría ser perfectamente la sensación que me provocó Los amantes pasajeros

Pedro Almodóvar, para muchos alfa y omega del cine patrio, para otros el mismo diablo vestido a veces de Prada, ha perpetrado una auténtica patochada con su última película. La última época de su filmografía que dio comienzo con la multipremiada Todo sobre mi madre ha alternado grandes aciertos como Hable con ella o Volver y películas fallidas como La mala educaciónLos abrazos rotos o La piel que habito. Los amantes pasajeros se sitúa en un plano independiente: el de las tomaduras de pelo. 

Mientras de las fallidas obras de Almodóvar se intuía un arduo trabajo de introspección, guión, puesta en escena y preparación de personajes que por falta de inspiración o de genio no alcanzó su objetivo, Los amantes pasajeros parece haber sido escrita, producida y rodada una tarde de esas en las que nos creemos muy ingeniosos y vamos de chiste fácil a obviedad para acabar en la tontería. Nos ponemos en la situación: "Voy a ser original. Voy a hablar de la situación actual de España. Meto a todos en un avión que queda como muy representativo (Iberia y esas cosas): Al banquero estafador, a la amante del Rey, al actor en apuros. Saco uno de esos aeropuertos vacíos como metáfora de lo mal que se ha hecho todo especialmente desde la Administración. Y por supuesto, como es una comedia, vuelvo a lo que me hizo famoso en los 80: escandalizar al espectador con chistes sobre sexo, homosexualidad y drogas. Ahora llamo a 4 amigos y a 4 amigos de mis amigos y montamos un guateque en casa y la ruedo". Podría haber sido así. Y más barato. Seguro. 

Pues no. No ha colado. Por mucho Almodóvar que sea. Todo lo contrario. Se le exige más. Incluso más que a los demás. Y en esta ocasión el propio autor se ha exigido muy poco. La idea y su desarrollo, por evidente, bobo y por poco trabajado. Y los chistes porque no tienen maldita la gracia. No sé si es por falta de ídem del emisor o por desapego del receptor. Podría ser una combinación de ambas. En los 80, la referencia a la homosexualidad, al sexo o a las drogas, como imagen y dialéctica, tenía mucho de escandalosa y de divertida, por irreverente y revolucionaria. La sociedad ha evolucionado y sofisticado de tal forma que sus alusiones pretendidamente graciosas también deben hacerlo para provocar a un espectador más familiarizado con esas cuestiones. 

Por desgracia, Sr. Almodóvar, sus chistes se han quedado en los 80, como aquellas pedorretas de mi padre que entonces me hacían reír y ahora me provocarían cara de póquer. O peor aún. De dobles parejas. 

* La referencia a mi progenitor es, por supuesto, una licencia dramática producto de mi mente, tan original como las que utiliza Almodóvar en Los amantes pasajeros

martes, 2 de abril de 2013

Los últimos días

Semana Santa. Época del año propicia para disfrutar del tiempo libre, visitar a la familia y, por qué no, para ponerse al día con los últimos estrenos de la temporada. También para hacer penitencia.

El atrayente trailer y la extraordinaria, para una película española, campaña publicitaria de Los últimos días me hizo elegir como primera opción esta película. Los hermanos Pastor que se estrenaron con Infectados, una interesante cinta de contagio "zombi", repiten fórmula apocalíptica en esta historia de un joven que busca desesperadamente a su novia en medio del caos creado por una epidemia de agorafobia que mantiene a la población viviendo en las profundidades de Barcelona.



Quim Gutiérrez, José Coronado y la anecdótica Marta Etura encabezan un reparto con un objetivo claro: trasladar el cine apocalíptico americano a las producciones españolas. Pretenden con este trabajo que los espectadores de Los últimos días salgan de las salas de proyección con la típica expresión de "parecía americana" que muchas veces pronunciamos ante la sorpresa de su correctísima factura. Si ése era su objetivo lo han conseguido. Sin entrar a valorar los gustos de cada uno - yo por ejemplo ya estoy bastante cansado de la estética viedoclipera - Los últimos días parece americana. Para lo bueno y para lo malo. Con una factura tan correcta como la de muchas de las producciones americanas peca de los mismos defectos de algunas de éstas: Un guión irrisorio al servicio de la acción.

El punto de partida, la historia de supervivencia y la búsqueda del amor perdido sólo sirven como excusa para enlazar sin sentido narrativo alguno - y sin ningún tipo de pudor añadiría - una serie de pruebas que tienen que ir superando los dos barbudos protagonistas a imagen y semejanza del clásico videojuego. Todo impuesto e impostado y todo tan previsible con el único objetivo de provocar una emoción de cartón piedra que llega a provocar vergüenza ajena ante la desaparición de alguno de los personajes, o la aparición de otros.

Lo artificial del discurrir de la trama se completa con su incongruencia. Buscar un sentido a la misma choca frontalmente con la lógica científica y geográfica. La producción ha tratado de recorrer Barcelona de un lado a otro sin importarle si las localizaciones escogidas daban sentido a la historia. Todo vale en beneficio de la acción sin importar si el público conoce o no la ciudad donde se desarrolla. Tirando millas que éstos tragan con todo.

Los últimos días consigue finalmente lo que niega uno de sus protagonistas en un momento de la película. José Coronado espeta "Esto no es una puta gincana en la que recorremos Barcelona". Pues en realidad eso es lo que es: Una puta gincana...y lo de Barcelona lo dejaremos estar.

martes, 26 de marzo de 2013

Tarantino 50

Si algún director cinematográfico ha marcado de manera capital la cultura popular de los últimos 20 años ése no ha sido otro que Quentin Tarantino.

Hace poco comentaba aquí su divertida, entretenida y, por extensión, magnífica última película Django Unchainned. Ya entonces señalaba la trascendencia adquirida por este director al cual ya se le puede catalogar de autor al haber creado un sello propio que otros aspiran imitar, ya sea en la frontera Tex-Mex o en los suburbios londinenses.

Como ya dije entonces, Tarantino ha creado su propio género, un género cinematográfico que crea historias a partir de lo que él mejor conoce: El Cine. Sus puntos comunes, la ética de sus personajes, la violencia como única solución a las situaciones límite que se presentan a la manera del más puro western y el pastiche de géneros completan su estilo de hacer las cosas.



Señalado y criticado por la violencia excesiva de sus películas, siempre se ha defendido alegando que se trata de una violencia irreal, estética, coreografiada hasta el punto que, cosecha propia, la sangre de sus matanzas brota de manera armónica como si todo fuera una perfecta composición imagen-sonido-música-movimiento.

Yo añado a lo anterior que su violencia y sus películas no tienen otra referencia que las propias películas, de ahí que no deba escandalizarse el público más conservador. Su violencia surge de la ficción cinematográfica y no de la realidad, por tanto, nada provoca su cine, ni siquiera de forma mediata ya que imita más bien la violencia propia del cine visto durante décadas por este enfermo hasta la obsesión del Séptimo Arte que no la de la propia realidad que vemos, por ejemplo, cada día en los telediarios. 

De igual forma, su manera de contar historias le hace único. Ya no sólo por el estilo narrativo donde nunca se construye una historia a partir de un relato lineal. Tarantino, por suerte, se perdió la clase en la que se explicaba en la escuela que la línea recta era el camino más rápido para llegar a un lugar. Para evitar tan manida línea recta ha  utilizado flashbacks en imagen real o animación, la narración desde diferentes perspectivas de la acción, las elipses temporales o la narración epistolar. Pero su escritura no sólo destaca por lo anterior sino también por sus diálogos ocurrentes llenos de mala baba y en ciertos momentos encantados de conocerse o por la maravillosa creación de personajes que quedan en la retina de la memoria y, cómo no, por los homenajes continuos a películas o tramas inspiradas ampliamente en otras tramas, pero siempre con su estilo propio. El estilo Tarantino.

Sin embargo, la influencia de Tarantino va más allá de su trabajo como director-guionista-productor-actor ocasional y de ahí su trascendencia en la cultura popular. La estética y ética de su cine se ha trasladado al imaginario colectivo. Recitamos frases, recordamos diálogos o escenas, tarareamos la música que las acompañaba o imitamos la ropa con la que se vestían o el look que caracterizaba a sus personajes. Y nos disfrazamos con las camisetas dibujadas con las imágenes o las sentencias de sus películas porque sus hijos, como llama Tarantino a sus películas, han abandonado el hogar paterno para formar parte del acervo cultural que nos rodea.



De las discusiones por las propinas al origen de Like a Virgin. De las hamburguesas en Europa a los pasajes de la Biblia. De los orígenes de una asesina japonesa a la kriptonita de Superman. Del diario de un actor especialista en choques de coche a las mejores armas del mercado. De la diferencia entre ratas y ardillas a la de asesinos y cazarrecompensas.

Del señor blanco al señor naranaja. De Vincent Vega a Mia Wallace. De Jackie Brown a La Novia. Del especialista Mike al coronel cazajudíos Landa. De Django Freeman al Doctor Schultz. El sr. Rosa, el Sr. Lobo, Jules, Butch, Marcellus Wallace, O-Ren Ishii, Bill, Elle Driver, Aldo Raine, Shoshanna, Calvin Candie, Stephen,...

Desde los trajes negros de los reservoir dogs o de los matones de Pulp Fiction a la coletilla y la gorra del revés de Samuel L. Jackson. Del chándal amarillo con raya negra de Uma Thurman a la impecable percha de traje chaqueta con camisa abierta y parche a juego de su archienemiga Daryl Hannah en ambos volúmenes de Kill Bill. De los impecables uniformes militares nazis y vestidos de femme fatale a la cazadora de terciopelo verde y gafas de sol redondas de Django.

De los clásicos adaptados de Bernard Herrmann, Lalo Schifrin o Ennio Morriconne a otros populares como los de Jonnhy Cash o Ricky Nelson. Del Little Green Bag de George Baker acompañando a los Reservoir Dogs al Stuck in the middle with you y la oreja (sí, esa oreja). Del You never can tell y Travolta bailando again al Girl, You´ll be a woman soon de Urge Overkill que Uma Thurman destrozaba al compás del reproductor y de la coca. De Jackie Brown cruzando el aeropuerto cargada con un alijo mientras suena Across The 110th Street de Bobby Womack pasando por Down in Mexico de The Coasters y su baile tórrido dedicado. O finalmente al Django que todos cantamos alargando la o hasta el final de nuestro aliento.

Y así, incontables recuerdos que se han quedado grabados en nuestros recuerdos. Ya no se trata tan sólo de películas mejores o peores sino de películas con las que el público se identifica, un público más irreverente que el de épocas anteriores porque aquéllos tenían al cine como imaginario mientras que el actual tiene todo tipo de fuentes tanto presentes como pasadas, referencias pop que invaden nuestras mentes. Esas mismas referencias que Tarantino nos ofrece y que le convierten, no ya en un autor moderno, sino en nuestro autor más contemporáneo.

Ahora que cumple 50 años, ahora que el otrora niño rebelde de Hollywood se ha convertido en maestro amenaza con dejarlo, con iniciar una nueva etapa en su vida alejado de sus creaciones porque como él también ha manifestado es mejor retirarse en un momento álgido. Y yo añado, antes de que no haya más jugo que exprimir de su arte. Algo me dice que será así. Que sabrá hacerlo a tiempo. Como sus personajes,   desaparecerá manera súbita, abrupta o violenta. Y no dejará un bonito cadáver pero sí un digno cadáver. Lo hará como siempre, a su manera. Siempre con estilo.

jueves, 14 de marzo de 2013

Los 40 mandamientos de El Padrino


Queridos  lectores, 

Como buenos feligreses cada año debemos renovar nuestros votos con El padrino. A continuación os transcribo el post que publiqué en el blog treinta y tantos el 11 de abril de 2012 con motivo del 40 aniversario del estreno de El padrino. Que lo disfrutéis.

"Nueva York. 15 de marzo de 1972. Una multitud se arremolina a las puertas del cine para ver pasar al equipo de la premiere de una película que se convertirá en una religión. Un joven barbudo y un actor otrora idolatrado se acompañan de un grupo de jóvenes promesas del cine. Nadie sabe cuál va a ser el recibimiento del film por parte de crítica y público. Muchas expectativas se han levantado debido a la obra que adapta el film, una novela sobre una familia de la mafia.

40 años después, se confirma que las expectativas que tenían todos no se cumplieron. Se vieron superadas y trascendieron más allá de su época y del cine. El Padrino entre en la edad madura con muy buena salud. Miles de análisis se han hecho ya sobre la película en el último mes así que como buen hombre de leyes que soy, y para no repetir fórmulas, voy a intentar desglosar la filosofía de todo el Universo Corleone en una serie de normas, que os ayudarán para progresar en la familia, para vivir o, simplemente, para poder sobrevivir a El Padrino, a sus enemigos o a ti mismo y a tu destino. En el 40º Aniversario de El Padrino os presento las Tablas de la Ley para ser un buen miembro de la Familia. He aquí los 40 mandamientos de El Padrino:

  1. Si crees en el Estado deberás recordar siempre que has de respetar y creer más en tus semejantes, en aquéllos que una vez protegieron a tu familia.
  2. Cuando uno de tus amigos se crea enemigos, se convertirán en tus enemigos.
  3. En caso de que te sea concedido un favor, tendrás que servir a quien te lo concedió.
  4. Si quieres dar una lección lo harás siempre sin demasiado entusiasmo. Que no piensen nunca que tú y los tuyos sois unos asesinos.
  5. Nunca dejarás que nadie, absolutamente nadie, te haga una foto.
  6. Siempre atenderás las peticiones que te hagan el día de la boda de tu hija.
  7. No pedirás un segundo favor si se te niega el primero.
  8. Harás ofertas que no podrán rechazar.
  9. Nunca hablarás cuando debas escuchar.
  10. En caso de ser chófer de un capo mafioso, no te pondrás enfermo cuando sea tiroteado por sus enemigos.  
  11. Nunca te irás en el asiento de delante de un vehículo si alguien lo hace detrás.
  12. Cuando hables de negocios no dejarás que nadie de fuera de la familia sepa lo que estás pensando.
  13. Cuando atentes contra la vida de alguien, te asegurarás de su muerte.
  14. Si recibes un pescado en la puerta de tu casa, sabrás que alguien cercano a ti está durmiendo con los peces.
  15. No matarás a un capitán de policia de Nueva York.
  16. Nunca te reunirás en un restaurante con servicios de aquellos antiguos.
  17. Tendrás siempre preparado un revólver en la cisterna del retrete.
  18. En una reunión de negocios no permitirás a nadie levantarse a mear.
  19. Cuando asesines a alguien en un lugar público, dejarás caer el brazo y soltarás el arma. Escaparás deprisa pero sin correr, sin fijar la mirada en nadie pero sin dejar de mirar.
  20. Cada cinco años organizarás una Guerra entre familias con el objeto de soltar la mala sangre.
  21. En caso de incumplir la regla 15, organizarás una campaña mediática de desprestigio del asesinado.
  22. Nunca hablarás de negocios en la mesa.
  23. No te harás cargo de ninguna carta dirigida a un proscrito de tu organización.
  24. Nunca te detendrás en un peaje sin escolta.
  25. En caso de huir a Sicilia pedirás siempre referencias de tus escoltas. 
  26. Mantendrás a tu mujer alejada de los volantes. 
  27. No compartirás a los jueces y los políticos metidos en tu bolsillo.
  28. No agrederás a ningún miembro de la familia de tu Don.
  29. Nunca te pondrás del lado de nadie que vaya contra la familia. Nunca.
  30. No aceptarás una reunión con tu mayor enemigo con alguien de tu total confianza.
  31. Si eres hombre, no serás confiado.
  32. Colocarás a alguien que se ocupe de controlar las llamadas tanto de los tuyos como de los ajenos.
  33. Nunca serás un muñeco en el hilo de los poderosos.
  34. Tendrás siempre cerca a tus amigos pero todavía más a tus enemigos.
  35. No comerás naranjas.
  36. Nunca dirás que eres inocente porque será un insulto para la inteligencia.
  37. Si alguien concierta una reunión con tu peor enemigo,  sabrás que ése será el traidor de la familia.
  38. Acometerás tus funciones igual que lo haría un Presidente, o un Senador.
  39. En caso de ser mujer de un miembro de la familia nunca, nunca, preguntes por sus asuntos.
  40. Si se incumple la anterior regla lo permitirás una sola vez y lo negarás todo.  



En cualquier caso siempre has de recordar 2 últimas reglas básicas que te deberán acompañarte siempre. El Padrino, como Universo propio dentro del Cine, rompe con uno de esos principios fundamentales del Cine que proclama que las Segundas Partes nunca fueron buenas. En este caso, es mejor. Y, por supuesto, cualquier situación, cualquier acción que te afectee por una u otra razón, no deberás tomártela como algo personal. Son sólo negocios.

Cent Anni Padrino."