viernes, 1 de febrero de 2013

Lincoln

Steven Spielberg en busca de su tercer Óscar. Así podría titularse la próxima noche de los premios de la Academia. El director de E.T. vuelve a optar al galardón a mejor director, como ya ha hecho en 6 ocasiones anteriores.
También como en alguna ocasión anterior iniciará la gala como el gran favorito ya que su película cuenta con el mayor número de nominaciones. 12 en total. Sin embargo, y salvo el triunfo de La lista de Schindler, sus películas siempre salieron derrotadas en otras tantas ocasiones con mayor o menor justicia.

Este año nos presenta uno de esos temas que tanto le gustan: la comunidad negra y su lucha por la libertad en Estados Unidos. Si anteriormente nos presentó con acierto desigual El color púrpura y Amistad, ahora nos enseña un momento clave de la historia de Estados Unidos. Lincoln lleva el nombre de uno de los presidentes más influyentes y trascendentales de la corta historia de ese país, pero no es un biopic al uso. Aunque narra un tramo de la vida de su protagonista ésta se centra en un momento crucial en la historia del país: El final de la Guerra de Secesión y la aprobación de la 13ª enmienda que abolía, al menos de manera formal, la esclavitud en cualquier territorio de los Estados Unidos.

A la Academia siempre le ha gustado premiar los biopics o el cine histórico. Lo ha hecho con películas dignas y no tan dignas. Y si además trata sobre un presidente tan querido como Abraham Lincoln y su lucha por el mantenimiento de la Unión y la abolición de la esclavitud puede hacer salir la vena patriótica hasta al menos patriota de los académicos. Por si fuera poco cuenta con un elenco de actores amplio, consagrado y espléndido en cada uno de su elementos. Tanto los ya premiados Tommy Lee Jones y Sally Field, como David Strathairn, Jarred Harris, Joseph Gordon-Lewitt, Hal Holbrook, John Hawkes y un largo etcétera. Reparto de lujo que culmina en la impresionante figura de Daniel Day Lewis que se funde con el personaje de Lincoln. No conozco cómo era, cómo hablaba, interpelaba, gestualizaba Abraham Lincoln, pero si me lo imaginara de alguna manera, ésa sería la de Day-Lewis.
 
Y finalmente la dirección de Steven Spielberg. Si hay algo que me da mucha rabia del anteriormente conocido como rey Midas de Hollywood es la facilidad que tiene de estar a punto de tirar todo por la borda cuando le sale la vena plañidera. Le sucede incluso en algunas de sus mejores obras. Eso no ocurre con Lincoln. Todo lo contrario. Incluso parece quedarse corto en el subrayado de emociones ante la trascendencia de la empresa que nos narra. Sin embargo, el propio director ha debido pensar que esta vez no es necesario tanto sentimiento enmarcado porque la simple Historia que explica su película es suficiente para llegar al espectador. Eso es lo que a mí me ocurre. No me hace falta nada más para que una historia tan llena de ídem y con tanto significado en el devenir de nuestra sociedad llegue a emocionarme.

Al director de Munich le basta con transportar esa época y ese momento histórico y acercar la figura de Lincoln al espectador. Para bien y para mal. En algunas secuencias presenta de forma naturalista momentos transitorios con el objeto de que el espectador entienda y conozca a todos los actores de la trama. He aquí el debe de la película. Aunque lo intenta, a menudo no llega a conectar en la hora inicial. La figura de Lincoln absorve en demasía el relato y al resto de personajes. En cambio, la plasticidad con la que cincela su figura hierática y cuasimonumental, esa manera de encuadrar, con evidentes claroscuros, como si estuviéramos viendo verdaderos cuadros históricos en movimiento me admiran. Por cierto, manera de hacer que recuerda a su venerado Kubrick en, por ejemplo, Barry Lyndon.

Así, incluso en los momentos que ando perdido ante tanto personaje desconocido para mí, con tanta ida y venida y entresijo político, el interés por entender el cómo y el porqué me hace seguir hacia delante hasta llegar a los momentos cumbre. Aquéllos cuyo simbolismo me atrapan definitivamente.

En estos momentos de miseria política es bueno que la gente vea esta película y descubra que entre la inmundicia todavía puede haber esperanza. Eso representaba Lincoln. También desearía que la clase política de este país se dé una vuelta por el cine para verla. Eso sí, con la esperanza de que sólo se queden con el fin que persiguen Lincoln y el partido republicano (cómo ha cambiado el cuento), y no con los medios que se utilizan para conseguirlo. Algunos, capaces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario